jueves, 21 de mayo de 2020

Extractos de una casa


En la mesa somos dos.
Cuando estoy sola
aparece mi abuelo.
El que ahora conozco toma una copa de vino.
Saluda & me pregunta
cómo van mis clases de matemáticas    
aunque ya esté en la universidad.
Me abraza con sus ojos.
Ama con sus palabras.
El abuelo se sienta a mi lado cuando estoy sola.

miércoles, 19 de febrero de 2020

Las guerras congelan los días


Todos los hombres habían quitado de su comedor la imagen de Beethoven o de Mozart    el gran dios de la música[1] porque creían que la foto del otro era más celestial. Lo que no se percataron fueron los próximos años de miembros y rostros sueltos    hijos sin memoria qué olvidar    o qué deberán recordar luego de convertirse en un emblema histórico    el ejemplo que no debe seguirse.
Por eso los ángeles cayeron sobre la niebla de tanques y pólvora    en la sinfonía de los francotiradores    en las voces de la neolengua de la Unión Soviética    en la pelea entre Churchill    Roosevelt y Stalin y en la discusión de qué se hará después de que el cielo ya no tenía cabida en los hombres cansados de sangrar    de respirar    de morir    o de sentir la piel de una cama para descansar en la eternidad hasta que su rostro sea colgado en la fotografía familiar.


[1] Tintirirín      tiririrín       tiriririririrín

viernes, 24 de enero de 2020

Pastilla


Pastilla
Cada vez que despierto, tardo en levantarme más de cinco minutos por los dolores que atacan a mi cuerpo. Pero esta vez siento que el dolor se convirtió en una quemadura. O en un hielo que se desliza en mi piel. Y frente a mí veo a una persona con una sonrisa gigantesca. Es la misma que intenta subirse mientras en su entrepierna lleva una cola de aguijón. Tampoco me muevo por él.
            Levanto mi dorso con esfuerzo. Apenas truenan mis huesos con cada movimiento. Giro y veo que se cayó un manojo de mis cabellos y unas costras pequeñas. El tipo me sigue sonriendo. Me paro. En mi buró está la pastillita que me quita todas esas sensaciones. Como la de mis manos débiles, mis pelos sueltos, las rodillas carcomidas y el tipo que me sigue. No encuentro la pastillita. De seguro la puse para hoy, precisamente para hoy porque tengo miedo. La persona se pone detrás de mí. Su aliento es fresco. Esta vez no, no te pierdas pastillita. Siento que mis intestinos se inflan y se adhieren a mi carne. O que un hilo rojito se desliza en mis muslos.
Mis manos débiles tiran todos los perfumes, retratos, los muñecos que tengo de niñez. El tipo me intenta abrazar mi espalda pero ignoro su burla. Es cuando percibo, entre mis labiales, libros y hojas sueltas, una tableta. De seguro es la pastilla. Me la tomo, pero se atora entre mi garganta y lengua. El aliento del tipo, mis rodillas carcomidas, la sangre de mi entrepierna, el fuego de mi piel y mis entrañas pegadas en la carne punzan fuertemente: por poco caigo. Apenas me concentro y puedo tragar el medicamento.
Cierro los ojos. Conforme pasa el tiempo desaparecen los malestares, hasta que queda el tipo que amenaza con regresar mañana.
Lo bueno es que la fluoxetina me ayuda a olvidar los insoportables síntomas de la fibromialgia y el recuerdo del hombre que abusó de mí en la clínica, mis pesadillas.

lunes, 6 de enero de 2020

La estufa (01 800 me estoy cociendo)


La estufa (01 800 me estoy cociendo)


Vuelan las cazuelas
con sus manos sumergidas
en aparatos    desconocidos   y retuercen
sus caderas    con tal  de escapar   de mi posesión.
Las cazuelas    estomacales     sedientas
piden que no las caliente | 
está caliente la estufa   está caliente la estufa
y me vuelven a exigir    un fósforo menos.

¡Huelga de fósforo   Huelga de fósforo!
¡NO   AL FÓSFORO!

Corren    desnuditas    con sus nalgas volando
y los cuchillos las siguen   como si quisieran
desterrar sus corazones   con un mango feo
y desecho. Las cucharas   siguen al pie de la letra
la muerte segura de las cazuelas. Nadie quiere |
quedarse conmigo   únicamente    huyen
ante la huelga.   Pero se van sin saber
que no   tengo fósforos. Se acabaron.
No sé cómo prender una estufa.
Mira el instructivo   dice un tenedor
(el tridente de Tritón)
Primeras indicaciones:
a)    No al alcance de los niños
b)    Encienda el motor.
c)    Disfrute   y caliente a fuego lento
d)    Si le falta Teflonaciones   llame sin costo
al    01  800    ME ESTOY COCIENDO
y le daremos recomendaciones   
en caso de  fuego interno   y externo
(como Dios manda).
Me gustó. Prendí la estufa   y cayeron sobre mí
cuerpos de pollos atascados cuando incendiaron
mi casa a los once años de edad y unas cucarachas
en su jugo   y chamuscadas.  Los frijoles de la semana
pasada      y un sin fin    de culebritas
huyendo del incendio. Quería cocinar algo
pero como todos los manjares se escaparon
esperé a que la estufa se apagara sola.

Llegó mi madre   lo apagó   y coció
rábanos verdes   en chile   me sirvió té rojo
y nos sentamos
a esperar    la resurrección   de la estufa.

viernes, 15 de noviembre de 2019

Bautizo


Bautizo
Soy la silla que utilizabas en verano. Tu café frío luego de llorar. Soy lo que no pudiste ser. Tu espejo. Tus ojos quebrados. Cualquier pulsación vértebra. Soy el océano que no conoces. El camino. El silencio. Soy tu poema. Tu ausencia. Esas lágrimas que tu madre derramó cuando te marchaste. Soy el cadáver pisoteado    de tantos pasos en la ciudad del sol. Soy la cantera que dejaste en un paso al futuro. Te arrancaste las costillas. Pusiste en huelga tu vagina no amada   la verga no izada. Se cayeron los cabellos adornados en tu frente. Y te despediste de esas palabras sin inventarse aún. Soy la memoria del porvenir. Tus planes de ayer. Las cartas sin remitente. Soy tu olvido. Tu lápida. Soy quien te abraza porque la pradera estaba en llamas. Donde te dieron una bala. En un domingo amaneciendo. Soy tu eco mudo y quien te espera por si nuevamente me bautizas en esa playa donde prometimos regresar.

viernes, 1 de noviembre de 2019

La casa maldita


LA CASA MALDITA

     El polvo no es más que una excusa para escaparnos de mamá viento, porque no sabemos quiénes somos ni dónde vivimos. Podría ejemplificar cómo murieron unas personas. Digo, eran extranjeros de la calle de la infortuna.

     Cuando el primer extranjero perdió las llaves intentó abrir la entrada con una herradura de caballo, era tan grande la apertura y lo peor que es no cabía en ese hoyuelo feroz. En seguida intentó con una segueta —quién sabe por qué traía una de diez milímetros— pero por jalonear de más, le cayó una maceta en la testa y allí quedó.
     El siguiente extranjero era un médico que también intentó abrir la puerta después de ver a su compañero derribado. Usó su escucha-corazones y la abrió. Caminó y encontró el espejo roto. Lo levantó y se dio cuenta que había dinero. Salió a la calle para comprar un voltímetro y alguien le robó su fólder donde guardaba la plata.
     El ladrón era alemán. Estaba feliz después de haber robado tanto en su país y no tener a quién robarle. Se le ocurrió comprar un sillón. Lo hizo. Se lo llevaron a la casa donde el doctor dejó la puerta entreabierta y la colocaron en la sala. El sillón asumía textura sutil, así que al sentarse se dio un sentón y se fue desconsolado a llorar. Pronto se dirigió a la central de autobús porque los objetos del país eran hechos de segunda mano.
     El vendedor del sillón era pintor que hacía cuadros de edificios clásicos. Prefirió la cantera del centro histórico: suculentas piedras oscuras y rosas que susurraban voces antiguas. Supo lo del muerto e hizo su rostro, pero le agregó otra cosa: una piedra encima de él —era ridículo decir que por una maceta—. Al terminar el cuadro, el alma del hombre que murió le reclamó y lo aterró.
     El fantasma era el único que podía sentarse en el sillón. Se enfadó porque el médico regresara y tirara su cuadro. Lo corrió y no dejó entrar a los videntes, mas no se dio cuenta que el plomero, por escuchar una queja de fuga, lo capturó con una red atrapa-mariposas y lo tiró por la coladera.
     El plomero estuvo arreglando la fuga. Al abrir la caja de porcelana brincó el mapache Urbano. El mapache lo rasguñó y le dio un sustazo.
     Urbano investigó toda la casa, y lo que más le llamó la atención fueron las escaleras de espiral que elevaba a las personas hasta el tejado de cristal. Subió los quinientos escalones y se sorprendió que hubiera más de siete habitaciones. Abrió cada una y en la quinta estaba una señora tan fea que lo espantó y brincó por la ventana. La señora quería limpiarse las uñas de los pies, y el cortaúñas se hallaba en la cocina. Bajó las cuatrocientas noventa y nueve, sí, cuatrocientas noventa y nueve porque en la última se tropezó y murió.
     El mapache vengativo fue a ver a la señora y al hallarla muerta, le prendió la conciencia porque sus malos pensamientos se cumplieron. Tenía hambre, sabía que en la cocina había comida recién horneada. En la estufa varias ollas de plomo calentaban agua. Al asomarse en una, un saltamontes botó y el otro desplomó de vergüenza. El saltamontes fue hacia la ventana para ver si descubría una flor: era orquideófilo. Salió y un carro lo aplastó en una pasada. Una iguana de la costa, sin s estridente qué declamar, vio la zona del homicidio urbano y se dio cuenta que las placas del conductor eran las mismas de su dueño, así que esperó a que retornara. El mapache se levantó y cuando vio al reptil le recordó a la señora. Rogó misericordia. La iguana, que era un amante del fuego por ser cirquero, le regaló llamaradas. Urbano se enojó por la quemada y lo empujó justo cuando un trailer pasaba.
     El médico volvió con las ilusiones sobre los codos, y al ver el mapache sacó una escoba y lo acorraló por todo el jardín hasta zanganearlo hacia el parque de la ciudad de pinos llamados berenjenas. El médico, que era alérgico, fue hacia la casa por su medicamento y como no vio los fragmentos del espejo roto…
     Urbano, el ciudadano más noble, recolectó flores para traérmelas en honor a todas las personas que murieron en mi casa. Quién sabe cómo me iría. Caminamos hacia la casa y al intentar abrir la puerta se colapsó la construcción y nos hicimos polvo.


Extractos de una casa

En la mesa somos dos. Cuando estoy sola aparece mi abuelo. El que ahora conozco toma una copa de vino. Saluda & me pregunta ...